miércoles, 2 de diciembre de 2015

Rojas facturas médicas...

Abro la puerta ya con mis últimas fuerzas y grito... "WILL"
Nada sale de mi boca, más que aire, mucho aire, toneladas de él. Frío y seco, áspero.

No puedo recordar más que eso, supongo que me desvanecí. Amanezco, pero no como cada día... No conozco el lugar, o quizá si. Jamás he estado aquí, pero siento como si conociera cada centímetro de él.
Me encuentro en una habitación, sola. El techo está alto, diría que unos 5 metros por encima de mi cabeza, tal vez más... 
Una araña de velas cuelga más adelante, un sillón con un respaldar alto, rojo, diría que bordó. Un cofre, con una pequeña cerradura. Tres puertas, una justo delante de mí, a unos 10 metros quizá. Las otras dos están enfrentadas, una en cada pared de las sobrantes. A mis espaldas un ventanal con cortinas rotas, cortinas de tul, cortinas rasguñadas y polvorientas. Alguien la ha estado pasando muy bien... o muy mal. Es una habitación muy amplia. Mi cuerpo sigue tendido en la cama, visto de color rojo, rojo como el sillón. Un vestido antiguo, demasiado para mi gusto. No debería llevarme la mano a la cabeza, puede que UH...! lo sabía; una peineta.

La mente me da vueltas.
- ¿Will? ¿Eres tú? - pero las respuestas son nulas.
Casi podría apostar a que sé qué va a ocurrir. ¿Dónde rayos estoy?
Está cubierto de telas de toda clase de arañas, y también está repleto de ellas. En la planta baja habrá un arpa, un piano Yamaha de cola blanco y una silueta. O no. Quizás la silueta es mía.

Los pensamientos me juegan en contra. Planeo ir a por la llave del baño, a mi derecha.
Atino: La puerta derecha conduce a un baño. No se cómo lo se. Y ya he olvidado qué diablos vengo a buscar. 
- Demoraste menos que de costumbre, Alice - 
Me volteo, nadie está ahí, ni aquí, ni allá. La soledad me encuentra de nuevo. 
- ¿Will? - ¿Por qué carajos sigo diciendo ese nombre?
La puerta del baño se cierra, y recuerdo a qué he venido: a buscar la llave que la abre, desgraciadamente, alguien ha roto la puerta por dentro del baño.
Entonces recuerdo que esa he sido yo. Yo la he roto. Yo me encerré allí. Es decir, yo me encerré aquí. Y de seguro...
Me dirijo a la tina, mi sangre sigue fresca, la cuchilla sigue sobre el lavabo, justo donde la dejé la última vez que estuve aquí. Mis medias están al lado del excusado, la toalla está húmeda. Siento como comienzo a relajarme, y el miedo me abraza, me ahorca, me asfixia.

Ya no estoy allí. Estoy frente a la puerta que no va al baño, ni la puerta que está frente a la cama, que de seguro lleva a una galería. Así es, estoy en un segundo piso. Estoy en una casa gigante. Enorme. Sola. Acompañada.
- Will, cariño. Dime que estás allí bebé. - Demonios. ¿Quién es Will?

Giro la muñeca, la puerta cede. Está lleno de ropa, de mucha ropa. Los colores varían y no varían. Son vestidos antiguos, todos de mi talla. Me encuentro buscando un vestido rojo. No puedo encontrarlo, comienzo a desesperarme; la sangre corre con más velocidad dentro de mí. El corazón está a segundos de detonar.
Lo llevo puesto.

Me relajo. Busco salir. Aunque estoy consciente de que no quiero salir. Le temo a lo que haya tras la puerta. Le temo a las puertas. ¿Dónde estoy?

Me miro las manos. Recuerdo el cofre. Me toco el cuello y corro hacia el baño. Marcas, lo supuse. El ojo también. Quizás son moradas, o más violetas. Palpo con detenimiento el relieve de mi garganta, es increíblemente sexy. Lo tengo, el cofre.
Delicadamente saboreo con la punta de los dedos la preciosa llave de plata que segundos atrás colgaba de mi cuello. Abro el cofre.
 "Alice, si estás leyendo ésto, es porque sobreviviste. No tienes idea de lo que ha pasado, tampoco sabes lo que pasará. Pero sí sabes algo: este cofre se quedará aquí. Eres inteligente. Ha pasado mucho tiempo. No intentes llamarme, ya no estoy. Se fuerte. Debes salir de ésto. No dejes que te maten. No dejes que te maten Alice."

No dice quién la ha escrito.
- ¿Will? Dime por favor que sigues aquí. Aquí estabas la última vez -
Ya no controlo mis palabras, no controlo mis pensamientos. Tomo el pomo de la puerta del medio, la que está frente a la cama. La peor.
No lo hagas Alice. No lo hagas.
Es fascinante. Estoy en el segundo piso de una mansión abandonada. Una araña enorme cuelga del techo. Es realmente enorme. Comienzo a bajar las escaleras. Por la derecha: la izquierda es de mi marido. 
¿Tengo marido?... Miro la baranda. Mi sangre sigue allí, pero ésta está seca. Completamente seca. Tiñe de un color oscuro las reliquias de mis padres. ¿Tengo padres? Debo guardar silencio.

- E... Estas.... ¿Will? -
El arpa comienza a sonar con la brisa del viento que sopla fuerte, y que atropelladamente entra por la ventana rota del piso de abajo. Ya me encuentro aquí. Hace frío, miro mi vestido. Más manchas oscuras. Bordeo la mesa de la sala. Recetas médicas. Credenciales. Monedas. Un cigarrillo... encendido. El piano exhala una melodiosa historia de amor, de violencia, de médicos, de muchos médicos. Un cochesito. Está manchado también, la sangre está fresca. Siento miedo.

Mi mi fa sol sol fa mi re do do re mi mi re re... Irónico, pienso. Demasiado irónico.
Me acerco al instrumento, lo recordaba blanco. Busco la paradoja que esconde esa melodía, miro a mi alrededor, me arde la muñeca. Veo cientos de facturas tiradas en el suelo. Por encima del piano hay 6 tabletas con pastillas y un vaso de cerveza. Necesito esas pastillas, estoy perdida. Las necesito. No sé si tengo familia. No lo recuerdo. No puedo ver más que lo que mi cabeza advierte. Imágenes. Colores. En la habitación: Amarillo. En el baño: Rojo. En el vestidor: Verde. En la galería: Rojo. Aquí: Negro.

Negro. Oscuro y misterioso negro de la noche y del olvido. Negro enloquecedor. Negro de sus ojos.
- Alice.
- Tú no eres Will.
- Eres muy lista - Su rostro muestra seguridad.

Vienen a mi mente imágenes, recuerdos.
Un ramo de rosas, con una tarjeta en su interior. Mi madre. Son para Alice, ¿de quién serán?. Sonrisas.
Un café, su café. Rizos, risas.
Un velorio. Dos velorios. Huérfana. Llantos. Súbito. Ambos dos. ¿Será que el amor hizo que murieran de la misma manera?. ¿Será muerte súbita? 
He oído que no se les ha hecho autopsia. No se les fue permitido.
El hombre de los ojos negros nuevamente. Esta casa. Una noche apasionante. Sus labios.
Un niño.
Golpes.

- Demoraste menos que de costumbre, Alice. - Su sonrisa ya no carga las mismas intenciones que 20 años atrás. Y sólo entonces descubro que nunca existieron tales intenciones buenas. - Tienes que dejar de huir cariño. El que te hagas daño no me ayuda en absoluto. Pero descuida princesa. Mañana no podrás recordar ésto. - Esa sonrisa de nuevo.

Era como si el mundo se hubiese detenido en nuestra mirada.
De sus ojos emanaba odio. Golpes. Yo comenzaba a temer.
Oigo un llanto de bebé.

Subo corriendo las escaleras a sabiendas de que él viene por detrás de mí. Violento. Tiene un cuchillo. Tiene un arma. Va a golpearme, me matará.

Abro la puerta ya con mis últimas fuerzas y grito... "WILL"
Nada sale de mi boca, más que aire, mucho aire, toneladas de él. Frío y seco, áspero.

martes, 15 de septiembre de 2015

Vida por mente es igual a sentimientos

En esa inmensa cadenas de cosas que estan pasando pero que no se muestran, y cosas que en realidad no pasan y hacen furor. En ese raquítico punto donde dos mundos de falsedad y libertad se chocan y explotan en el corazón de cada ser sobre esta maldita tierra. Allí, allí están las respuestas. Preguntas que se formulan pero que en realidad el sentido que poseen es un sentido completamente inexistente que se registra en una base de datos que llamamos corazón. Y de nuevo me pregunto ¿Qué hago aquí? Rodeado de todo aquello que nos atormenta y nos destruye, sintiéndonos víctimas del odio de la vida misma. Aunque no pensamos, porque apuesto que aquella persona que te sacó una lágrima de odio tuvo que enfrentar la catarata de puteadas que nació de tí a sus espaldas, y la venganza hace que cada pequeña molestia se vuelva un círculo vicioso de odio y de guerreros que poco a poco son combatidos hasta detonar emocionalmente. Y allí estamos nuevamente todos, llorando alrededor de un ataúd, los equipos son parte del pasado y una nueva era irrespetuosa, cruel y sensible nos abraza con un amor que ahoga, mata, destruye. Y todos creemos que nada podemos hacer. Vuelvo a mi punto. Encerrada tras una puerta con el picaporte hacia adentro, pero adivinen, me he tragado la llave. Como cada uno de ustedes, tomo decisiones cuando la adrenalina agazapa mis venas y mi interior se prende fuego. Llorando por él o gritando por ella. Odiando por ellos, amando nuevamente por él. Y deprimiéndonos cuando ninguna de las mencionadas emociones pueden obligarnos a actuar. Puedo verte, sé que estas justo allí, mirándome desde una dimensión egoísta que se ha llevado la mejor de las almas y deja el envase como recuerdo. Espero que vengas a por mí, a regañarme por quejarme de la vida y no poder apartar un maldito pie de este cruce de cadenas.
Una matemática pura que me da a entender que dos y dos son cuatro pero él y yo somos nada, yo menos ella soy feliz, ellos menos yo son aún más felices, yo menos él es tristeza, pero todos más yo es vida. MI vida.
Es que ¿quién puede entender el desastre perfectamente ordenado que es la mente humana? ¿Qué nos diferencia? ¿Qué hace que ella sea más inteligente o más genial?
Y os digo qué. Lo que nos diferencia es que yo estoy aquí situada entre cadenas de cosas que pasan y no pasan, hablan y no hablan, marcan y no marcan, gente, perros, gatos, vida, música, dinero, amistados, celular. Y ella está allá. Lejos de mí. O quizás cerca.
¿Cómo sabes si dos estrellas están cerca o lejos si no sabes su tamaño, magnitud o en este caso, sentimientos?
Puedo verte, justo allí, justo en frente mío, justo en mí.

domingo, 12 de abril de 2015

Como ninguno...

Era como ninguno. Era de esas personas que con mirarte, te hacían testigos de un mundo secreto, bello y prohibido. Jamás hablábamos, pero el amor era mutuo y constante. La última vez (y la primera) que le había oído decir palabra, había sido frente al altar, vistiendo un traje de gala negro, acompañado de una joven y bella mujer que vestía de color manteca. "Acepto". Fue el único segundo de mi vida en el que sentí que él no era él. Habían pasado 21 años, seguíamos viviendo juntos, seguíamos viéndonos a diario, seguíamos amándonos como aquel día frente al altar, y como los 17 meses anteriores al hecho.
Vivía contándole de mí, de mi día, de mi semana, de mi mes, de lo mucho que lo amaba. Él me miraba y sonreía. Tenía una sonrisa tan bella, tan blanca, tan perfecta. Podía sentir como acariciaba mi piel sólo con verle sonreír. Podía leer la palabra amor  en sus labios, podía sentirla en cada beso. Todo era perfecto, demasiado perfecto.
Era escritor, pasaba casi 10 horas diarias frente a una computadora escribiendo, sonriendo. Jamás leí ninguna de sus obras, tenía muchas, muchísimas, pero jamás las había presentado. En sus paredes había pintado Escribo porque amo la literatura, porque amo el arte de combinar palabras y formar un mundo. No escribo por dinero, no escribo para los demás, pero no voy a negar que amo que alguien más aprecie el universo que acarician mis libros. Sólo había publicado cuatro libros, que eran tan buenos, que incluso después de diez años, seguían generando tanto dinero que vivíamos como reyes. Me enamoré de él por sus palabras no dichas. Era el príncipe azul que nadie jamás había deseado, puesto que nadie lo había imaginado, era todo, todo lo que cualquiera pudiese querer. Me despertaba cada mañana con un beso en la frente y el desayuno en la cama, leía conmigo cada noche, me escuchaba, me quería... Era, era era... Era.
Quizás nunca me perdone a mí misma por lo que pasó, quizás este mundo está tan lleno de locos, psicópatas, dementes, hipócritas... Y yo, debo decir, que soy parte de este mundo. No tiene sentido, nada jamás lo tiene. Él era como ninguno. Lo extraño de a ratos, pero no importa, yo tomé esa decisión... El instrumento que lo trasladó al otro mundo, hará que yo lo acompañe allí...

martes, 11 de noviembre de 2014

Todo y a la vez nada.

Es muy probable que esa tarde nadie me viera entrar. Una persona, como cualquier otra, en un lugar, como cualquier otro, observando atentamente, como si en lo profundo de mi corazón, yo fuese yo.
Jamás supe por qué entré allí, tampoco quise suponerlo. Mi cabeza era una nube de histeria, cosas que nadie sabía, ni siquiera yo. Caminaba por los pasillos de esa añosa y majestuosa biblioteca.
Cientos de personas pasaban cada día por su puerta, buscaban, encontraban, no encontraban, anotaban, estudiaban, pero siempre se iban, pues habían logrado su objetivo, o bien sabían que no lograrían cumplirlo allí. Pues yo no tenía uno, o al menos eso creí.
Acababa de encontrar un lugar donde liberar mis palabras ahogadas en lágrimas de dolor y traición, aunque por un momento tenía esa sensación de escribir y alejarme de todos aquellos testamentos perdidos en el laberinto de mis sentimientos, y a pesar de que era lo que me aliviaría, no quería dejarlos ir, pues eran ellos los que llenaban mi alma.
Como todo lugar sombrío y perversamente confortable, la biblioteca poseía un tragaluz que acaparaba la mitad de la pared y parte del techo.
 Una vaga silueta se dibujaba sentada en un tosco, pero a la vez delicado sillón viejo.
Me quedé observando, por dentro me sentía como un niño al abrir sus regalos de navidad, pero por fuera, mi expresión no revelaba más que misterio e incertidumbre.
Lo primero que captaron mis ojos fueron sus arrugas, su color de piel, sus manchas de sol, su mirada perdida en la nada misma, su expresión, sus años, ¡¡Sus años!!. La observaba desde lejos, no quería avanzar pero no me resistía, pues con cada detalle, esa mujer me daba más y más motivos para querer explorar el mundo de conocimientos que ocultaba tras sus grises y avaros ojos.
Una mujer vieja y arrugada hundida en un mundo que nadie conocía, al cual por alguna razón yo quería pertenecer. No se si alguien me miraba, pero de haber sido yo la espectadora de esa escena, en la cual una jovencita miraba con tenebrosa incertidumbre a lo más decrépito que se puede hallar en un mundo de mujeres, no hubiese siquiera parpadeado, pues era fascinante.
Me fui acercando, paso a paso, suspiro a suspiro, encorvada y deseosa de misterios resueltos.
Mi corazón se detuvo, mi alma se liberó, mi cerebro se paralizó, y todas las dudas se fueron, buscaron compañeras y volvieron; todas las respuestas estaban allí, frente a mí, escondidas y lejanas, y al mismo tiempo descubiertas y cercanas.
Me miraba.
Ella me miraba con toda la nobleza del mundo, con todas las soluciones del universo; me miraba desde hacía horas, aunque yo sólo había entrado hacía menos de treinta minutos.

sábado, 5 de julio de 2014

¿Estas allí?

Dudo que alguna vez me hayas escuchado,
ahora estoy solo y llorando,
dudo que alguna vez me hayas entendido,
 hoy estoy solo y desentendido,
dudo que sepas quién soy,
hoy la tristeza me consume
porque aunque lo dudes
te necesitaba y no estuviste
te llamé y no atendiste
y ahora en el vació de la soledad
necesito decirte que te vayas,
y no vuelvas más.

miércoles, 25 de junio de 2014

¿Quién soy?

Porque dentro de mi rutina soy una persona feliz...
Que no nota las adversidades de la vida,
los golpes, altibajos, mareas altas...
Pero ¿Qué hay más allá?
Donde los sueños abandonados buscan un nuevo soñador...
Donde los juguetes perdidos buscan un nuevo niño...
Donde las miradas buscan nuevos ojos...
Donde las rupturas buscan otro Romeo y otra Julieta...
Donde los besos buscan mejillas, y los más intrépidos, labios...
¿Qué hay donde las estrellas buscan un diamante donde brillar?
¿Qué hay aquí?
Aquí donde hoy estoy parado,
aquí donde nadie puede verme
aquí donde me oculto de mi sombra, donde busco ser alguien...
Pero si jamás me siento triste ¿Cómo se si soy feliz?
Si jamás he llorado ¿Cómo saber si he reído?
Si jamás he amado ¿Cómo saber si he odiado?
Si no se cuál es la derecha ¿Cómo saber dónde está la izquierda?
¡¡Vamos!! Si no se cómo es vivir...
Quizás estoy muerto...
Y ahora vuelo
¿O estoy cayendo?
Lo bonito de todo ésto, es que vuelvo a preguntarme,
¿Quién soy?
Una persona con un teclado, o un lápiz y un papel...
Cuando comienzo, no quiero detenerme,
es difícil abandonar un dibujo a la mitad.
Quizá soy una persona triste, que busca refugio en la escritura,
O una persona feliz, que no sabe cómo pasar su tiempo,
O un individuo lejano a todo, que busca encontrar sentimientos en las palabras...
Soy quien quiere aislarse de las confrontaciones,
discusiones, elecciones, pérdidas, lágrimas,
fiestas, risas, consejos, falsedades, alegrías, emociones..
Soy quien dona su corazón a la literatura...
O no...